Cálidas tardes.
Fuego, ardor, desprenden
las piedras recalentadas
por el sol, a lo largo del día.
Pereza en nuestro ser.
Catarsis soporífera,
de emociones vividas.
La mente se adormece,
le cuesta despertar.
Todo alrededor, es quietud.
El aire no esparce, los olores
que mece. Pesadez y hastío.
La gente a estas horas,
desaparece, se oculta.
Es el estío, sofocante y seco
de estas bizarras tierras
de interior, de rigores
extremos, de rudeza y nobleza.
Esta, es tierra dura
castellana manchega
allá por antaño, labriega
hoy innovadora, adaptable
a cualquier ideal alcanzable.
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